La felicidad de sentirse vacío
En estos días, tuve el placer de poder conversar con alguien a quien admiro mucho desde
hace mucho tiempo. Exitoso jugador profesional de fútbol, reconocido a nivel internacional,
campeón del mundo con la Selección Argentina en 1978, entre otros títulos que cosechó.
Alberto Tarantini, el Conejo, contó algo que me conmovió. Decía que, previo al partido, en el
vestuario, unos 4 a 5 minutos antes de salir a la cancha, estando con el mismo, se proponía
darlo todo, y que al terminar el partido, estuviese vacío. Si la sensación al
terminar era esa, que estaba vacío y que disfrutó todo, es porque dio todo. Y eso iba más allá
del resultado. Impecable. Genial.
También en estos días, de alguna manera, y en mi experiencia, tuve una sensación similar. Y
conversar esta mañana con el Conejo me terminó de redondear la historia (Gracias de
nuevo!).
Terminé esta semana de cerrar un proyecto que me llevó tiempo, mucho tiempo, no solo por
la elaboración sino por mi propio estilo de ir estirando las cosas siempre un poco más,
dilatando y renegociando conmigo la fecha de finalización. Por diferentes razones (todas
ellas muy razonables por cierto), el cierre de este proyecto demoraba, demoraba,
demoraba... y demoraba un poco más. El entrar en cuarentena y aislamiento social, trajo
también un cambio de percepción. Tal vez, se abría la oportunidad de poder decir esta vez,
si lo completo. Y el haber escuchado al Conejo, me terminó de dar el impulso final. Fueron
días de tremendo enfoque, motivado por lo que había aprendido de esa frase, además de
que llegaba el cumpleaños de mi hija mayor, y allí se instaló la nueva y última fecha límite: El
cumpleaños de mi hija. Termine el día previo, unas 4 horas de que comience el cumpleaños
en Buenos Aires, pero con una hora ya pasada de día en donde ella vive, Noruega. Cumplí,
completé, di todo, lo disfruté... y allí llego la sensación espectacular, bastante desconocida
para mí, pero impresionante de vivir: estaba vacío. Para quienes tenemos el hábito de
procrastinar, no creo que sea una sensación que experimentemos a menudo (si es que
llegamos a experimentarla, o llegamos a darnos cuenta). Para el Conejo, era cada vez que
estaba por pisar una cancha: su compromiso de darlo todo, disfrutar el darlo todo, más allá
del resultado. La certeza de que lo había hecho, era sentirse vacío. Mi invitación es: que tal si
cada mañana, al comenzar, nos proponemos darlo todo en ese día, poner todo, ir por todo, y
al final disfrutar el estar vacío, más allá del resultado...
Te lo juro, la sensación puede ser genial...